lunes, 29 de noviembre de 2010

Botas de agua.

Hoy es treinta de noviembre, tras el cristal llueve y aún me lamento por no haberme regalado aquellas botas de agua verdes. Hace días que no frecuento ni el cielo ni la tierra, mi ausencia es efímera, inteligible. Entre el paréntesis de la fatalidad más hermosa he conocido el punto cero, el cúmulo donde todos los sentimientos que fluyen, confluyen. 


Creo que el tiempo no me ha regalado ningún centímetro, pero a cambio me ha concedido algún trato furtivo y un estirón hacia el abismo, aprendiendo todo aquello secreto, todo aquello que produce los choques de la cabeza contra el techo, sublime.


Las cosas cambian siempre, Heráclito decía que nadie se baña dos veces en el mismo río, yo soy más de mares. La policromía es una buena filosofía, la estabilidad se encuentra en el punto central de la inestabilidad, evitaré los angrelados en la decoración perceptiva, evitaré evitar a la vida.


Me gusta caminar descalza, los botones que se descosen y vivir.


Hoy es treinta de noviembre, empieza entre palabras amables, hoy cumplo años, o eso espero.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Tocado, hundido, agua.



Jugaremos a los barquitos, te enseñaré las casillas donde armé mi flota de perdedores y fracasados marineros llenos de mar y cielo. Tramposa miraré las posiciones donde esconderás a tus barcos y tras esto la naumaquia estallará entre fuegos artificiales y una extrema nocturnidad.

Cabeza fría al horno, comienza la partida, frente a frente -cegados por el vapor de los barcos-, un a siete resuena en el alma que se confiesa con un tocado. Se estremece, la partida mantiene expectante a una bandada de animales pintados con una gran precisión, entre la confusión un be tres se le escapa por los labios,  hundido. El agua enfría los pies.

Distancia premeditada, sentados de cara a la pared, pared con pared, calzados de cemento continúan la partida. seis, ce ocho, de cinco..., una larga combinación de letras y números, un largo silencio mientras la flota espera órdenes. No hay respuesta. 

Fuerza ebria, no hay juicios, hay plumaje de alas que no caben bien por los marcos de las puertas. Un desordenado discurso de ideas concluye con una derrota común, los marineros se dan las manos y ordenadamente se tiran por la borda. Finalmente un efe cinco se dibuja en las comisuras,dan con el agua, por fin con el agua.

Tocados, hundidos y el agua, escalofríos, vértigo para enfermos de acrofobia. Y ahora, que me diculpen los moralistas que se quitan a conciencia cada motita de arena que se acomoda en sus brillantes zapatos. Pero frente a un acantilado gélidamente pasional ,lo único celestial es el pedazo suspendido entre el suelo más amable y el mar más profundo, todo aquello que se mencione más, no será más que un dogma disfrazado.

Juguemos a los barquitos, hundamos la flota.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Mi columna vertebral, casus belli.

Tengo unas 33 vértebras, complejas construcciones realistas que se declinan hacia un existencialismo, hacia una esencia considerada erróneamente divina. Ellas bailan al ritmo del movimiento vital que nos mece de un extremo a otro ,dejando de ser un columpio, un juego infantil, para ser una guerra de sentimientos vitales, una tragicomedia sentimental que constituye una vida en ámbitos generales,feliz.

La médula espinal narra un equilibrio inexistente que hace unas cosquillas tan dulces declinadas en una abrupta pero melodiosa tos de animales inhóspitos y otros insólitos estropicios fantásticos.Es sin duda, la más cercana al suelo de estrellas, nubes y una luna inmensa que prescinde de ser vasalla del sol. Ágil y escurridiza clava sus uñas punzando los nervios que erizan sentimientos en forma de flores sobre la piel. La apófisis espinosa no la aleja del contacto directo con el mundo.

El mundo vertebral se convierte en un piano corporal de acordes melodiosos y bien estructurados. Las vértebras cervicales claman a la imaginación objetiva de cambiar a golpe dactilar el mundo. Las torácicas se abandonan a la dulzura, a la paz, al pensamiento realista de aquello que vislumbran entre las sombras. Las lumbares son cautas, soportan el peso del cabello cuando es mecido por el aire con nombre, lo curioso es que el cabello ni las roza. Están siempre deseosas de escapar una noche y bañarse en el mar, de ser las irresponsables, quieren dejar de encajar.Pero en el fondo saben que ese es su lugar y aceptan sumisas con alma rebelde. Esperan los momentos de exponer su sentir. Las últimas son la parte animal de cualquier ser humano, viven en la total alienación, en letargo eterno por su mayor grado de naturaleza, por su invierno eterno ante su sensación de equivocación.


El frío agudiza el ingenio vertebral,mientras, el espacio intervertebral esconde secretos de los que se desprende despacio y como el tallo de una planta sin flor ,se entrevén pequeñas hojas dibujadas con el dedo índice.


Lo sé, debería contárselo al doctor, pero todavía soy algo cobarde.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Esquizofrenia parte 1

Los ciclos visten de traje y corbata, viven en los portales y rompen las farolas -así la gente no baila al ritmo de su luz-. 


Se vistió con camisa de 1000 varas, varas de acero ardiente, si se agarra arde, si no se agarra el vacío, si se desviste ,no se quita la ropa. Seré sincera, el alma enloqueció y no hace más que dibujar en el vaho de un soplo a la realidad, una figura anteriormente conocida.


La arena infectó los pies,después las piernas, hasta que cayó derrotada ante la belleza natural y suprema del mundo.Alienada inspiró aire y vendió su alma a las agujas, prometió correr, correr bien rápido pero a cambio de pequeñas pausas temporales, pequeñas pausas para nada azarosas.Pausas explícitas.


No existe el horizonte, se jubiló, y ahora se dedica a escribir historias llenas de tópicos que se desmontan a cada golpe de tinta. Tinta que tiñó de desesperación, sana desesperación, una cabeza tan realista y tan estúpidamente ilusiva.


Esto jamás olerá a tostadas, esto no admite el jamás.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Aviso: La palabra abrazarse no está en el Diccionario.

Jugada a traición, mnemotecnia oscura teñida de aquelarre, atacando con el don de la oportunidad más secreta e irónica.El frío suelo llena de escalofríos el cuerpo cubierto por una explícita sentencia, primer asalto.

Un instante, un momento inexplicablemente extraordinario llena de libélulas la estancia, la luz se tiñe de un ambarino color, el suelo embebe la planta de los pies ceñidos fielmente a la merced del Sr. Suelo. Las manos se desdibujan por la lentitud voraz de movimientos incontrolables, las miradas se subtitulan, los pensamientos en diapositivas de color salmón se proyectan en el horizonte, las libélulas se apagan, segundo asalto.

Un salón oscuro, frente al espejo fumando acanto en busca del contagio de magia y algo de prestidigitación, una niebla espesa finge ser el humo, no se ve un alma. Los sentidos se desactivan, lo inteligible pasea inoportuno,la mente es un loro mudo, una implosión leve  libera al alma siempre dispuesta a caminar descalza enfriando los pies. Guerra templada, felicidad simultánea, descompás acompasado, amargura con forma de pastel, rojo bandera antinacionalista, tercer asalto.

Éxtasis.

viernes, 5 de noviembre de 2010

De la mano.

Su pecho era de color morado, morado de los golpes que con gracia se propinaba.


Buscaba..., nunca encontró, quería extirparse el alma, sacarla a pasear, desnudarse y pasear. Pero por más golpes que se propinó sólo consiguió un fuerte y crónico dolor, y es que cuantas más prendas se quitaba más aparecían sobre ella, más cautiva se quedaba en su cárcel de madreselvas silenciosas. 

De vez en cuando se permitía un descanso en su dictatorial ritmo de golpes y se llenaba del aroma contaminado del transcurso vital, se dejaba llevar pero atándose el pie a uno de los barrotes .

Un día de otoño se propinó un golpe con tanta fuerza que cayó al suelo, sus ojos entreabiertos percibieron la presencia de alguien, era la Mudez. Quiso preguntarle, hablarle, pero no pudo, fue la Mudez quien le habló:

-Creó que sé lo que buscas, lo tienes entre las manos.

Entre las manos, tenía el alma, la vio, la acarició, abrió sus ojos y se topó con otros. Se estremeció.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Rompe los vasos.

Ojalá llovieran cristales, ojalá cayeran al suelo con la fuerza de una pugna violenta, y salpicaran deshaciéndose en pequeños brillantitos.  
Idílica escena de cristales que no hieren, caen sobre ti ,sin rasgar, ligeros, afables, afectuosos, como caricias. Sin paraguas pasear por las brillantes aceras, bajo las farolas dúctiles ante los gritos de un alma eternamente en la línea entre la locuacidad o el silencio estricto, bajo la luz de la luna nueva, bajo la total o parcial oscuridad. 


Utopías irónicas que rozan la estupidez, los cristales sangran, la sangre no purifica, la sangre fluye, vive exenta de piedad. Pero qué  más da, si esconden la luz más brillante, si poblarían rincones inexplorados, si vestirían de fiesta al luto, si cristalizarían desnudando a todos los cuerpos etéreos..., qué lástima que el problema siempre resida en el precio, siempre en el precio.


Ojalá llovieran cristales, ojalá no dolieran.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Hiposo,sa- 1.adj. Que tiene hipo.



Enfermó y se desvaneció por la herida abierta entre la pared y su cama. Era un lugar angosto, luminoso, con vistas al horizonte y nubes de polvo y melancolía, no era un gran lugar pero era un lugar especial. Allí sus pensamientos se diluyeron creando toda una galería repleta de matices, laberintos, colores y mariposas con hipo, hipo crónico.

Se paseó por aquel lugar, se cautivó por la triste luz de las farolas, se dejó llevar por aquellos laberintos, sin guía, sin querer buscar salida alguna. Pero cuando quiso subirse a una de aquellas esponjosas y sucias nubes, un estornudo desmontó todo aquel mundo. Así pues, abrió los ojos, se limpió la nariz y se vio abrazada de nuevo a una almohada de estampado floral, se sintió ridícula porque así se sentía siempre, derrotada, después se durmió o lo intentó.

No soñó con nada, lo prefería, había soñado mucho últimamente, creía que demasiado. Se pasaba de nuevo las horas nocturnas mirando al techo estrellado de su habitación, tragicómica escena interminable, insoportable..., magnífica cuando al amanecer una mariposa hiposa se le escapó al bostezar. Entonces creo que sonrió. Qué narices, ¡sonrió!
 
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