miércoles, 17 de agosto de 2011

Quiero que sepas que me gustan los naranjos.

Me diste la intemperie,
la leve sombra de tu mano
pasando por mi cara.
Me diste el frío, la distancia,
el amargo café de medianoche
entre mesas vacías.
Julio Cortázar.


Siempre se me dibujó como una gran explanada desértica, con sus dunas, mis pies hundidos entre su inmensidad y unas extrañas margaritas de tono anaranjado. En un desierto las cosas se simplifican bastante, pensar un momento en todos los relojes de arena destruidos para crearlos y ahora imaginar el transcurso tan parsimonioso y enfermizo del tiempo... Quemaba margaritas,lo confieso, cazaba al Sol hasta encerrarlo en aquel espejo de volutas infinitas ,que parecía ser una obra barroca en miniatura, y luego lo dejaba volar. Era una experiencia que me despojaba de lo mundano, el rayo del Sol siempre explotaba en mariposas que revoloteaban entre las diminutas pero perfectas llamas que surgían de las margaritas.


Si sigues mirándome así pensaré que no tienes valor para decirlo, venga ¡llénate la boca! , grítalo, siente como esa aceleración de la sangre encuentra la calma, te lo voy a susurrar en los labios, luego repite: a-se-si-na.
No me defenderé, siempre sentí cierta debilidad ante tu intransigente forma de disparar rencor y frustración seguidos de un pequeño aeroplano tan volátil ,como la servilleta que fue, con alguna palabra entre la magia y la extinción.


Cada vez tolero más las ausencias, el arañazo sólo es para recordar quien eres. 

sábado, 13 de agosto de 2011

De cómo no entrelazar manos


La palma de mi mano
se interpreta abierta
en la incandescente
transparencia de todo lo que
                                         no puedo 
                                                      hacer bien.

Sobre ella cae tu magma,
esquivándonos dibujamos
en el cielo las curvilíneas 
marcas de la esfera predictiva
que habitamos.

El miedo llega hasta la punta
de la aorta...y como un iceberg,
que agrieta lo efímero ataca.

Activamos la defensa,
deshacemos los lazos,
miramos todos los relojes 
y contra todo pronóstico,
callamos.

Luego comienza la batalla de los días y días,
la persecución de nubes y los juegos de los gatos,
pero eso, es historia de otra copa.




 
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