miércoles, 17 de agosto de 2011

Quiero que sepas que me gustan los naranjos.

Me diste la intemperie,
la leve sombra de tu mano
pasando por mi cara.
Me diste el frío, la distancia,
el amargo café de medianoche
entre mesas vacías.
Julio Cortázar.


Siempre se me dibujó como una gran explanada desértica, con sus dunas, mis pies hundidos entre su inmensidad y unas extrañas margaritas de tono anaranjado. En un desierto las cosas se simplifican bastante, pensar un momento en todos los relojes de arena destruidos para crearlos y ahora imaginar el transcurso tan parsimonioso y enfermizo del tiempo... Quemaba margaritas,lo confieso, cazaba al Sol hasta encerrarlo en aquel espejo de volutas infinitas ,que parecía ser una obra barroca en miniatura, y luego lo dejaba volar. Era una experiencia que me despojaba de lo mundano, el rayo del Sol siempre explotaba en mariposas que revoloteaban entre las diminutas pero perfectas llamas que surgían de las margaritas.


Si sigues mirándome así pensaré que no tienes valor para decirlo, venga ¡llénate la boca! , grítalo, siente como esa aceleración de la sangre encuentra la calma, te lo voy a susurrar en los labios, luego repite: a-se-si-na.
No me defenderé, siempre sentí cierta debilidad ante tu intransigente forma de disparar rencor y frustración seguidos de un pequeño aeroplano tan volátil ,como la servilleta que fue, con alguna palabra entre la magia y la extinción.


Cada vez tolero más las ausencias, el arañazo sólo es para recordar quien eres. 

3 comentarios:

Lucifer dijo...

Buah, me ha enamorado y de verdad.
Un beso!

Daniel Marcos dijo...

Una combinación perfecta de palabras... como siempre, querida Esther.

Miguel dijo...

Algún día vas a inventar un saco (de plástico no, por favor) donde meter los sueños, y yo te lo pediré...
...un post lleno de preciosas palabras que invitan a soñar...

Un beso.

 
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