
Oí la lluvia tediosa, antigua amante de mi mente, perturbadora experta de mi alma. La escuché pedir perdón, por los rincones de las tejas policromáticas -por el desgaste-. Me perdí entre sus susurros veraniegos que mostraban su espíritu de antítesis natural.
Poco después mil escalofríos asaltaron mi ser sin piedad, del alma a la mente, de la mente al suelo, del suelo a la derrota. Y me quedé sentada mirando fijamente mi lucha climatológica, me sentí patética y me reí, reí mucho inyectándome una fuerte dosis de ironía.
El ocultismo puebla mi sangre - que todos sepan que estoy viva, que nadie sepa el camino a mi alma- pero todo se retuerce y se metamorfosea en lo que el grande e implacable(aunque a veces inexistente) Cosmos desea. Así pues el verbo escuchar se esconde entre falsas y viperinas lenguas, pasa a ser un contravalor al cual hay que mutilar -más quisieran-.
Deseo insanamente no enamorarme de cada gota de lluvia que moja la ventana en una tarde de Junio, incluso deseo ser, sin ningún adjetivo más, estar por estar..., -al segundo dejo de desearlo-.
1 comentario:
Yo creo que a veces me he enamorado sanamente de la lluvia. Fue un efímero idilio. Pero me gustó. Yo amo las cosas sencillas. La vida es sencilla (por eso la amo) pero a veces, las personas solemos complicárnosla.
Un besito.
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